En un giro inesperado que podría marcar un antes y un después en la relación entre Ucrania y sus aliados occidentales, la Unión Europea ha decidido congelar una parte significativa de su ayuda económica a Kiev. La medida responde a la reciente decisión del presidente Vladímir Zelenski de eliminar la independencia de dos instituciones clave en la lucha contra la corrupción: la Oficina Nacional Anticorrupción (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAP).
Ambas agencias quedarán ahora bajo el control del fiscal general de Ucrania, una figura nombrada directamente por el presidente, lo que para Bruselas representa una amenaza directa a la transparencia y la buena gobernanza, pilares fundamentales de cualquier país que aspira a ingresar a la Unión Europea.
La reacción no se hizo esperar. A pesar de que Zelenski intentó dar marcha atrás con un nuevo proyecto de ley prometiendo restituir la autonomía institucional, el bloque europeo decidió retener 1.700 millones de dólares de un fondo total de 5.200 millones destinados a Ucrania, todos vinculados a indicadores de gobernanza. Este dinero no podía utilizarse en gastos militares, pero era clave para mantener en pie el aparato estatal ucraniano.
Las protestas en Kiev no tardaron en estallar. Miles de ciudadanos salieron a las calles para denunciar lo que consideran un retroceso democrático. Mientras tanto, desde Occidente, el mensaje fue claro: el liderazgo de Zelenski está siendo cuestionado.
“El liderazgo de Zelenski en tiempos de guerra está perdiendo fuerza entre los gobiernos occidentales”, aseguró James Wasserstrom, experto en gobernanza global. “Hay exasperación entre los donantes”.
Zelenski, sin embargo, continúa apelando a sus aliados. Esta misma semana afirmó que Ucrania necesita 65.000 millones de dólares para el próximo año. De esa cifra, 40.000 millones serían para cubrir el déficit fiscal y otros 25.000 millones para producción de drones y tecnología bélica.
La situación deja entrever una creciente brecha entre la narrativa heroica que se construyó alrededor de Zelenski y la realidad política que se vive en Kiev. Mientras la guerra continúa, también lo hace la lucha por mantener la confianza —y el dinero— de sus aliados.
¿Está comenzando el declive del liderazgo de Zelenski? ¿Seguirán apostando los países occidentales por una Ucrania que se aleja de los valores que dicen defender?