Por: Dr. Isaías Ramos
El presidente Nayib Bukele no desaprovechó la oportunidad durante la inauguración de su segundo mandato para distanciarse abiertamente de las ideas ultraliberales del presidente argentino, Javier Milei. En un discurso de enaltecimiento a Dios y cargado de convicción, Bukele enfatizó una visión en la que "lo público debe ser mejor que lo privado", instando a su pueblo a rechazar las "voces que tratan de envenenar" los esfuerzos por construir un bien común. Esta declaración no solo marca una divergencia ideológica, sino que también subraya un compromiso con un modelo económico y social radicalmente distinto al propuesto por su homólogo argentino.
Frente al modelo de anarcocapitalismo de Milei, que promueve una mínima intervención estatal y una libertad individual sin cortapisas, Bukele propone un enfoque de capitalismo coordinado que coloca el bienestar público en el centro de su administración. Inspirándose en ejemplos de éxito internacional como Singapur, Bukele busca transformar a El Salvador en un modelo de igualdad social y prosperidad, fomentando políticas que no solo mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos, sino que también aseguren un acceso equitativo a servicios básicos esenciales.
Por el contrario, Javier Milei defiende una posición extremadamente liberal donde el Estado renuncia a su rol regulador y protector. Este enfoque, aunque promete desatar la innovación y potenciar la eficiencia económica, oculta riesgos graves como una desigualdad social creciente y un debilitamiento de los servicios públicos que podrían llevar a Argentina a una crisis profunda y duradera. Este contraste dramático entre los modelos de Bukele y Milei esboza no solo dos futuros económicos divergentes, sino también dos visiones sociales opuestas.
Mientras El Salvador avanza con determinación hacia un futuro prometedor y justo bajo la dirección de Bukele, Argentina se encuentra en una encrucijada peligrosa, con el potencial de caer en el caos si sigue sin cuestionar los postulados anarcocapitalistas de Milei.
Las políticas que adopten estos líderes determinarán el bienestar tangible y el desarrollo socioeconómico de sus ciudadanos en las próximas décadas. La diferencia entre un futuro construido sobre principios de equidad y justicia social y uno basado en una desregulación radical podría no solo influir en el bienestar económico, sino también en la cohesión social y la estabilidad política de cada país.
En el Frente Cívico y Social, estamos comprometidos a transformar la visión de futuro de nuestra nación. Es esencial que cada dominicano se pregunte qué tipo de sociedad desea y qué legado queremos dejar para las futuras generaciones. Ante la tentación de seguir a líderes que prometen soluciones fáciles en tiempos de crisis, debemos ser prudentes y no dejarnos llevar por la desesperación hacia falsos salvadores. Es momento de rechazar a la vieja guardia política, corrupta y engañosa, y construir un camino hacia un progreso real y duradero.
Nosotros, en el FCS, instamos a la ciudadanía a unirse a nuestro compromiso de forjar un proyecto de nación que no solo resguarde los intereses de todos, sino que también inspire y enamore al pueblo dominicano. Este es el momento de definir nuestro rumbo colectivo: optar por un desarrollo verdaderamente inclusivo y justo, que coloque el bienestar de todos por encima de intereses partidistas y económicos. Juntos, podemos construir un futuro que no solo sea prometedor, sino que sea un reflejo de nuestras aspiraciones más elevadas como nación. ¡Despierta RD!