Imágenes satelitales y testimonios revelan atrocidades cometidas por la milicia RSF contra civiles en El Fasher, mientras la comunidad internacional guarda silencio.
El Fasher, Sudán.
El horror ha vuelto a Darfur. Las imágenes satelitales confirman lo que miles de testimonios venían denunciando: una masacre de civiles en la ciudad de El Fasher, perpetrada por la milicia Rapid Support Forces (RSF) tras tomar el control del territorio el pasado 26 de octubre.
En apenas días, más de 460 personas —entre pacientes, mujeres y niños— fueron asesinadas dentro del Hospital Saudi Maternity, según confirmó la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Fiscalía sudanesa habla ya de crímenes de lesa humanidad y posible genocidio, una acusación que recuerda los peores días del conflicto de Darfur en los años 2000.
Los ataques no se limitaron a centros médicos. Comunidades enteras fueron arrasadas, viviendas incendiadas y familias desplazadas a zonas desérticas sin acceso a agua ni alimentos. Organismos de derechos humanos denuncian violaciones masivas, secuestros y torturas a mujeres que intentaban huir con sus hijos.
Mientras tanto, el mundo calla. La ayuda humanitaria está prácticamente paralizada; Naciones Unidas advierte que las operaciones de socorro están “al borde del colapso”. Las potencias occidentales, concentradas en otros escenarios, apenas han emitido comunicados de condena.
Expertos comparan la magnitud de la tragedia con los horrores recientes en Gaza o Ucrania. Algunos analistas van más lejos: “En solo diez días, podrían haber muerto más civiles que en dos años de guerra en Gaza”, señaló un informe de Al Jazeera basado en análisis satelitales.
La comunidad internacional enfrenta un dilema moral. Los mismos países que condenan atrocidades en otras regiones han permanecido indiferentes ante la limpieza étnica en Sudán. En las redes sociales, periodistas y activistas denuncian una cobertura desigual, marcada por la geopolítica y la deshumanización de las víctimas africanas.
Organismos humanitarios piden un alto el fuego inmediato, corredores seguros y una investigación internacional que determine responsabilidades. “No se trata solo de Sudán”, advierten. “Es la credibilidad misma de la defensa global de los derechos humanos lo que está en juego.”
La historia parece repetirse. Y, como hace dos décadas, Darfur vuelve a gritar por justicia.
El silencio también mata.
La tragedia en Sudán es una herida moral que atraviesa el mapa de la humanidad. Mientras los cuerpos se acumulan en hospitales destruidos y los niños buscan refugio entre los escombros, el mundo mira hacia otro lado.
Occidente debate sobre elecciones, alianzas o mercados, pero apenas dedica titulares a un genocidio en curso. África, una vez más, es víctima no solo de la violencia interna, sino de la indiferencia internacional.
El silencio mediático no es neutral. Es una forma de complicidad. Cada vez que el horror ocurre sin testigos, sin titulares, sin indignación global, la humanidad retrocede un paso más.
En PáginaUno.do creemos que la justicia comienza con la verdad. Por eso, alzamos la voz por Sudán, por las víctimas invisibles, y por todos aquellos que todavía esperan que la comunidad internacional recuerde su promesa más básica: “Nunca más.”





















