Antiguos tuits de José Jerí, hoy jefe de Estado, reabren el debate sobre misoginia en la política latinoamericana y la normalización del sexismo desde el poder.
Pocas horas después de asumir la presidencia del Perú, José Jerí enfrenta una tormenta política y ética que trasciende los límites del protocolo. No se trata solo de su llegada al poder tras la destitución de Dina Boluarte, sino del resurgimiento de un pasado digital cargado de comentarios misóginos, sexualizados y ofensivos hacia las mujeres.
Frases como “Las buenas mujeres son seducidas con amor, cariño y respeto. Para todas las demás existe Mastercard” o “Lo que me gusta de toda fiesta infantil, las animadoras. ¡Son un encanto!” han vuelto a circular por las redes sociales peruanas, desatando indignación colectiva y cuestionamientos sobre los valores que hoy habitan el Palacio de Gobierno.
El archivo digital que desnudó al nuevo mandatario
Los mensajes, publicados entre 2011 y 2016, fueron recopilados en una web irónica titulada “Una selección curada de pensamientos e ideas del actual presidente del Perú”.
En ellos, Jerí hace múltiples alusiones al físico de mujeres, modelos y presentadoras, entre burlas y comentarios sexuales. La ola de repudio fue inmediata: organizaciones feministas, periodistas y figuras políticas exigieron una disculpa pública y una revisión ética de su conducta.
El nuevo mandatario, sin embargo, ha optado por el silencio. Su oficina de prensa no ha emitido declaraciones oficiales sobre los tuits ni sobre la denuncia por abuso sexual archivada meses antes de asumir el poder.
Machismo político: el espejo de una región que no aprende
El caso Jerí no es aislado. En América Latina, el ascenso de figuras políticas con antecedentes de misoginia o violencia de género sigue siendo una constante. Lo vimos con Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador y, en su momento, con Donald Trump en Estados Unidos: líderes que trivializan el respeto a las mujeres y luego buscan legitimidad moral en el discurso del orden o la modernidad.
En el Perú, un país golpeado por décadas de desigualdad estructural y crisis política, la llegada de un presidente con antecedentes misóginos refuerza la percepción de que el poder masculino sigue siendo inmune al escrutinio ético.
El mensaje es claro: el machismo no solo sobrevive en los márgenes, sino que ocupa cargos públicos y redacta políticas.
El silencio institucional: complicidad y desgaste democrático
La ausencia de condenas firmes desde el Congreso o los partidos refleja una complicidad preocupante. Ninguna autoridad ha exigido una revisión del comportamiento del mandatario ni un pronunciamiento formal ante las evidencias públicas.
En una democracia frágil como la peruana, ese silencio no es neutral: es un aval.
Cada vez que un político con un historial misógino asume el poder sin consecuencias, la sociedad retrocede. No solo se normaliza el machismo; se institucionaliza.
Una pregunta abierta para la región
¿Cuántas veces más América Latina va a aceptar líderes que degradan a las mujeres y luego piden respeto desde el poder?
El caso Jerí no debería ser solo un escándalo pasajero de redes sociales, sino un punto de inflexión para exigir responsabilidades políticas y morales.
La dignidad femenina no es materia de chiste ni de memoria selectiva.
La misoginia no se “borra” con la victoria electoral. Se combate con justicia, memoria y resistencia ciudadana.