Un análisis crítico que expone cómo el nuevo Código Penal dominicano perpetúa la discriminación contra mujeres, homosexuales y niños, disfrazando retrocesos de avances.
La República Dominicana celebra con bombos y platillos la promulgación de un nuevo Código Penal. Se nos vende como un triunfo histórico: el fin de una ley arcaica que databa de 1884. Pero detrás de la retórica modernizadora se esconde una realidad cruda: este Código no es un paso hacia adelante, sino un salto hacia atrás en materia de derechos humanos.
Mujeres: condenadas a parir en silencio
En pleno 2025, nuestro país sigue negando el derecho fundamental de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. El aborto, incluso en las tres causales (cuando peligra la vida de la madre, cuando el embarazo es producto de una violación/incesto, o cuando el feto es inviable), continúa siendo ilegal.
Esto no es justicia, es violencia de Estado. Una violencia que obliga a niñas violadas a ser madres, que condena a mujeres a morir en hospitales por falta de protocolos médicos claros, y que las expone a cárcel por decidir salvar su vida. El nuevo Código Penal reafirma una República que prefiere la hipocresía religiosa sobre la dignidad humana.
Homosexuales: la máquina del tiempo de la discriminación
Lejos de avanzar hacia el respeto de la diversidad sexual, el Código Penal resucita prejuicios de hace tres décadas. No solo se rehúsa a reconocer derechos básicos de la comunidad LGBTQ+, sino que abre la puerta a criminalizar formas de convivencia y expresión.
Mientras en gran parte del mundo se celebran matrimonios igualitarios y protecciones antidiscriminación, en República Dominicana el Estado escribe con tinta legal la exclusión, la persecución y la negación de derechos. ¿De qué sirve un Código Penal “moderno” si institucionaliza el odio?
Niñez: huérfanos del sistema
En teoría, el nuevo Código se llena la boca hablando de feminicidios, violencia sexual y explotación infantil. Pero en la práctica, deja vacíos enormes. ¿Dónde están las políticas reales de protección a la niñez? ¿Dónde la respuesta contra el abuso sexual en escuelas e iglesias? ¿Dónde las sanciones ejemplares para quienes permiten que niños trabajen en las calles bajo la indiferencia del Estado?
Un Código Penal sin un enfoque integral en la protección de los más vulnerables es simplemente un documento bonito que legitima la indiferencia.
Una Constitución de fe, no de derechos
No nos engañemos: este Código Penal no responde a una visión de justicia, sino a la imposición de sectores religiosos y conservadores que han convertido al Congreso en su púlpito. En un Estado que se proclama laico, hoy vivimos bajo una teocracia disfrazada de democracia.
La verdadera justicia sigue pendiente
Sí, tenemos un nuevo Código Penal. Pero mientras las mujeres sigan muriendo por abortos clandestinos, mientras los homosexuales sean tratados como criminales de segunda categoría, y mientras los niños sigan siendo víctimas invisibles, este país no podrá hablar de justicia.
El Código Penal de 2025 no es un logro histórico. Es una cicatriz que nos recordará por décadas que la República Dominicana eligió retroceder.