LONDRES.- Cuando Rachel Brading era niña, esperó durante horas para ver pasar a la reina Isabel II por su localidad en el campo inglés. Cuarenta años más tarde esperaba de nuevo, una más en la multitud de gente que esperaba conseguir un último vistazo del ataúd de la monarca antes de su entierro.
Con lágrimas en los ojos, Brading, que trabaja en marketing, recordaba cómo la reina la había saludado con la mano aquel día hace décadas.
El martes, su ataúd pasó en un abrir y cerrar de ojos hacia el palacio de Buckingham, la residencia oficial de la reina. “Fue surrealista, simplemente surrealista”, dijo. Su hija, Ella, dijo que habían ido y esperado bajo la lluvia para presenciar un momento histórico. “Esto es algo de lo que les hablaré a mis hijos”, dijo.
El ataúd sería trasladado el miércoles en un carruaje tirado por caballos hasta el Parlamento, donde se habilitará una capilla ardiente durante cuatro días antes del funeral del lunes en la Abadía de Westminster. Muchas personas hacían ya fila para presentar sus respetos, algunas con carpas para las muchas horas de espera. Se esperaba que muchos miles de personas pasaran por el lugar.
Varios miles habían acudido ya al parque junto al palacio para dejar sus condolencias en forma de flores y notas escritas para la reina. Una decía: “La amamos como nos amó usted a nosotros. A por su siguiente misión“. Para Steven Bazell, era una forma extraña de celebrar su cumpleaños.
El contable cumplía 43 años el mismo día en el que el ataúd de la reina tenía previsto llegar a Londres. En lugar de celebrar, llevó a sus cuatro hijos a esperar en el Mall, una amplia avenida ceremonial que lleva hasta el palacio. “Quiero que mis hijos entiendan su país”, dijo. “Esta es una oportunidad única en la vida”.
Bobby Cunsden, de 31 años, sostenía un gran ramo de flores y esperó durante horas para despedirse de la monarca. “Es la única reina que he conocido”, dijo Cunsden de Isabel, que reinó durante 70 años. Marie Ward, de 62 años, llegó de Australia para visitar a sus nietos residentes en Gran Bretaña, pero se quedó para llorar a la reina.
“Siempre apreciaré su amable orientación”, dijo Ward, que es enfermera. “Es una abuela, y yo soy una abuela”. Pese a su distancia respecto a la mayoría de la sociedad inglesa, muchos de los asistentes dijeron sentir una extraña familiaridad con la familia real, y conocían hasta los mínimos detalles de sus vidas.
Algunos especulaban sobre is se había producido una reconciliación de hermanos entre los príncipes Guillermo y Enrique, que unos días antes habían saludado a la gente ante el Castillo de Windsor en un gesto de unidad.
Otros aceptaban a regañadientes que la esposa del rey Carlos III, Camila, ahora reina consorte, había logrado ganarse a la opinión pública tras la muerte de la amada princesa Diana. “Son como parte de nuestra familia”, dijo Ward. La expectación era alta antes de que el ataúd de la reina llegara al palacio tras un largo viaje desde Balmoral, en Escocia.
La gente vitoreó al paso del auto, y muchos exclamaron “íDios salve a la Reina!” y aplaudieron. Steve Watson, agente de policía, se quedó sin palabras después. “Caramba”, fue todo lo que pudo decir en un principio. “Eso fue impresionante. Era una señora impresionante”, dijo.