Cuando los pueblos habitan en un territorio con enormes riquezas mineras y carecen de una clase política con principios, conciencia social y patriótica estas bendiciones se convierten en maldición, opresión y miseria para su pueblo. Ejemplos nos sobran, como lo son la mayoría de los países africanos. Otro más cercano es el bendecido territorio venezolano, que cuenta con la mayor reserva petrolera, agua, oro y otros recursos mineros de los más importante del mundo. Sin embargo una clase política la élite política convirtió aquella inigualable riqueza en la peor desgracia para aquella nación.
En contraposición podemos mencionar a Japón un país carente de riqueza naturales, pero dotado de políticos y dirigentes nacionales cargados de principios y valores que han hecho de aquel país uno de los más ricos del planeta.
No es para menos el gran sentir de preocupación sobre lo que pueda realizar esta clase política que aún nos gobierna. Estos podrían continuar entregando nuestros recursos mineros bajo esquemas y condiciones similares al famoso contrato realizado en el gobierno del PLD, presidido en ese momento por Leonel Fernández. Tal contrato entregó nuestros recursos mineros a la Barrick Gold bajo un contrato inmoral e injusto, y sobre todo muy dañino para el pueblo dominicano. Este se podría calificar como un delito de lesa humanidad, debido al daño a la salud y de muertes prematuras que este ocasionaría, así como un delito de lesa naturaleza pues el daño a la naturaleza es y será irreversible.
Este tipo de contrato no es más que robo y saqueo legalizado, donde esas grandes empresas mineras se ocupan de comprar la voluntad de la clase política para incidir en todos los poderes fácticos. Esto, con la finalidad de lograr la protección e impunidad absoluta para llevarse nuestros recursos y dejarnos los desastre ecológicos sin ningún tipo de consecuencias para ellos. Nos dejan la contaminación y la miseria de este lado, mientras ellos se llevan nuestro minerales y riquezas.
De el pueblo dominicano permitir la pretensión de esta élite política, o prolongar la estadía de ellos más allá del 2024, estaremos condenados a que nos conviertan en un país minero, y como consecuencia, en uno de miseria como Haití, Venezuela, o la mayoría de los países africanos. Destruirán las formas de sustento, el medio ambiente, y las poblaciones vulnerables, que generalmente es la que vive en las áreas impactadas por la minería.
El impacto que genera esta actividad es tan dañina que lo más sabio es ni siquiera contemplar su explotación. Esta actividad provoca la devastación de los ecosistemas (contaminación y alteración de las aguas, destrucción del hábitat de sus flora y fauna). Ese es el enorme pasivo ambiental que nos dejan cuando se van. Así como aquella famosa canción de Los Guaraguao, agrupación musical de los años 70 , que decía “sólo nos van dejando miseria y sudor de obrero".
Definitivamente, la minería que se realiza en nuestro país sería inaceptable en otros países. Esa minería a cielo abierto es la más contaminante, pero también las más rentables para las empresas. En algunos estudios y análisis, como el de 1999 de Arborvitae, sugieren que “los países del sur ricos en recursos minerales tienden a tener tasas de crecimiento económico más lentos, niveles más bajo de bienestar social y distribución de ingreso mucho más asimétrica que en los países en desarrollo no dependientes de minerales”.
Estas megamineras se llevan los minerales, los bosques, el agua, la salud, la vida y el futuro de quienes habitan en sus zonas de explotación. Zonas que se van extendiendo de manera sutil como ocurre con el decreto presidencial 270-22, donde se le añade a la empresa Barrick Gold 3,115.47 hectáreas para la construcción de una presa de cola, la cual causará más daño y desastre ecológico al pueblo dominicano.
Estas palabras pronunciadas por Juan Pablo II ante el parlamento europeo son tan necesarias hoy en día: “Reconciliar al hombre con la creación, tratando de preservar la integridad de la naturaleza, de su vida animal y vegetal, su aire y sus aguas, su equilibrio sutil, sus recursos limitados, su belleza que da alabanza y gloria al creador". El afán de esta élite política económica por ir en pos de la riqueza material sin mirar las consecuencias para la presente y futuras generaciones nos invita a que emprendamos una resistencia a este despropósito sin darle tregua a su intenciones malignas.
Cambiar esa tendencia actual que quiere llevar a cabo esta clase política es nuestro deber, así como luchar por preservar nuestros recursos naturales, a fin de transmitirlos como herencia a las generaciones futuras. Unidos podremos construir un país que al contacto con la ecología genere paz, armonía y alegría de vivir.
¡RD SI PUEDE!