La tensión en Serbia escaló este fin de semana con una nueva jornada de protestas que degeneró en choques entre manifestantes y la Policía. Las movilizaciones, impulsadas por sectores opositores y grupos estudiantiles, tuvieron como epicentro la plaza Slavija, en el centro de la capital.
Los manifestantes lanzaron botellas, antorchas, petardos y otros objetos contundentes contra los agentes del orden. En respuesta, las fuerzas antidisturbios emplearon gases lacrimógenos para dispersar a la multitud. El Ministerio del Interior confirmó varios heridos y condenó “enérgicamente los brutales ataques contra los miembros de la Policía”
El trasfondo: ultimátum y desobediencia civil
Las protestas surgieron luego de que el Gobierno del presidente Aleksandar Vučić ignorara un ultimátum emitido por organizaciones estudiantiles para disolver el Parlamento. Como respuesta, los manifestantes anunciaron medidas de “desobediencia civil” a nivel nacional.
Vučić fue tajante ante la prensa:
“El Estado será defendido y los matones serán llevados ante la justicia. La gente no necesita preocuparse”.
Denuncias de injerencia extranjera
El gobierno serbio ha sostenido que las movilizaciones forman parte de un intento coordinado de ejecutar una “revolución de colores”, en alusión a intervenciones extranjeras similares en otras regiones de Europa del Este.
Este tipo de acusaciones ha sido recurrente desde las protestas iniciadas a finales de 2024, a raíz del colapso de una marquesina en la estación de trenes de Novi Sad que dejó varios muertos y desencadenó un movimiento de indignación nacional.