En un ataque que ha escalado las tensiones en el Líbano, Israel utilizó 85 bombas antibúnker GBU-31 de fabricación estadounidense para alcanzar la sede central de Hezbolá, ubicada bajo un edificio residencial en Beirut. El bombardeo, que terminó con la vida del líder del grupo chiita, Hassan Nasrallah, utilizó esta sofisticada tecnología militar para superar las gruesas capas de hormigón que protegían el refugio subterráneo.
Las bombas GBU-31, conocidas en hebreo como 'Feliz Salve', pesan alrededor de una tonelada y están diseñadas para perforar múltiples pisos de concreto antes de detonar. Estas unidades combinan bombas no guiadas, conocidas como 'bombas tontas', con un sistema de guiado de precisión, llamado Municiones Conjuntas de Ataque Directo (JDAM). Este sistema permite que las bombas sean lanzadas desde el aire con gran precisión, incluso en condiciones meteorológicas adversas.
La GBU-31, compuesta por el sistema JDAM y bombas perforantes BLU-109 o MK-84, es capaz de ajustar sus coordenadas en vuelo, permitiendo a los aviones actualizarlas manualmente o automáticamente, dependiendo de las necesidades del combate. Con un alcance de hasta 24 kilómetros, estas bombas se han convertido en una herramienta crucial para atacar instalaciones protegidas bajo tierra, como las utilizadas por Hezbolá.
Desarrolladas por Estados Unidos tras la Operación Tormenta del Desierto en 1991, las bombas JDAM fueron concebidas para superar la falta de precisión de los ataques aire-superficie. Israel ha mostrado gran interés en este tipo de armamento, especialmente desde que sus adversarios, como Irán, Hamás y Hezbolá, comenzaron a construir sus instalaciones subterráneas, rodeadas de gruesas capas de hormigón y roca natural.