Por: Dr. Isaías Ramos
En medio de un teatro político que bien podría calificarse de tragicomedia, nuestro país se enfrenta a una "revolucionaria" reforma constitucional presentada como un "blindaje a la democracia". Con una creatividad sorprendente, el presidente ha propuesto modificar cláusulas clave de la Constitución para, supuestamente, fortalecer el sistema democrático del país.
Sin embargo, estas modificaciones parecen más un arreglo cosmético que una verdadera solución a los profundos problemas estructurales que enfrenta la nación.
La propuesta estrella consiste en cambiar el artículo 268, que establece la forma de gobierno como "civil, republicano, democrático y representativo", para incluir restricciones sobre las modificaciones a las reglas de elección presidencial.
Esto, bajo la apariencia de protección, podría interpretarse como una maniobra para asegurar posiciones de poder de manera indefinida, más que como un genuino esfuerzo por preservar la integridad democrática.
Mientras los líderes políticos alardean de defender la democracia, en los pasillos del poder se aprueban leyes que contravienen los principios básicos de la Constitución, como es la reciente Ley 1-24.
Ignoran los principios y valores constitucionales del Estado Social y Democrático de Derecho, impulsando un modelo económico que beneficia a unos pocos mientras ignora las necesidades de la mayoría.
El sarcasmo se hace difícil de contener cuando observamos cómo se nos intenta vender esta reforma como una protección a la democracia.
Parecería que cambiar algunas palabras en la Constitución podría resolver problemas de corrupción rampante, desigualdad social creciente y la falta de oportunidades, que son los verdaderos desafíos que siguen esperando atención tras bambalinas del espectáculo político.
Es fundamental recordar que una verdadera protección de la democracia no se logra con reformas superficiales o ajustes temporales, sino mediante un compromiso firme con el respeto a las leyes y la promoción del bienestar común. Las medidas deberían encaminarse a garantizar la transparencia, la equidad y el acceso igualitario a los recursos y oportunidades, no simplemente a perpetuar un ciclo de poder político.
Esta comedia constitucional, que algunos podrían llamar un blindaje a la democracia, revela no solo vacíos legales sino también una crisis ética y moral.
En este caso, las “reformas” que se pretenden realizar son maquillajes que no contribuyen a fortalecer las instituciones democráticas ni a proteger los derechos de los ciudadanos. Todo lo contrario, podrían tener otros objetivos políticos o de generar controversia.
Si existiera la verdadera voluntad política, primero deberían comenzar por el respeto y la implementación efectiva de la Constitución actual, que establece un Estado social y Democrático de derecho.
Es válido señalar que el incumplimiento de los principios constitucionales, especialmente en lo que respecta a la protección de la dignidad humana y la equidad social, ha contribuido a perpetuar un sistema basado en la creación de miseria espiritual, moral y económica.
Ante esta situación, en el Frente Cívico y Social estamos claros que el verdadero blindaje necesario no es solo para nuestra democracia, sino también para los derechos de cada ciudadano dominicano. Y que el verdadero desafío radica en promover una cultura de respeto a las normas y al Estado de Derecho.
Por lo que es imperativo despertar y exigir cambios que no solo estén en el papel, sino que se reflejen en acciones concretas que fomenten una verdadera cultura democrática. Solo así, paso a paso, podríamos aspirar a una sociedad que verdaderamente valore y practique principios democráticos e igualitarios para todos sus habitantes.
¡Despierta, RD!