La paz prometida en Gaza fue traicionada en cuestión de horas. Israel reanudó ataques sobre zonas civiles y hospitales, desatando una nueva ola de horror bajo el disfraz de un acuerdo de paz.
La idea de que un acuerdo de paz o un alto el fuego pueden domar la furia de un Estado que ha convertido la matanza en política es, en el contexto de Gaza, una ilusión peligrosa. Lo que hemos visto en los últimos días —y lo que continuamos observando— no es simplemente una “ruptura” del pacto, sino la confirmación de que las acciones de Israel operan en una lógica de exterminio, no de contención.
Ataques después del “cese al fuego”: la guerra no descansó
Poco después de que se decretara una fase inicial de alto el fuego, múltiples informes documentan que Israel volvió a lanzar ataques contra objetivos en Gaza. Según un documento de las Naciones Unidas, Israel continuó violando el acuerdo, con más de mil incidentes denunciados.
Medios locales y agencias internacionales como The Palestine Chronicle reportaron bombardeos en zonas residenciales, incursiones nocturnas y ataques que no distinguieron entre combatientes y civiles.
Estas agresiones muestran que, para la maquinaria bélica israelí, los pactos son herramientas temporales, no compromisos de humanidad.
Hospitales bajo fuego: el asesinato de la cobertura libre
En agosto de 2025, el hospital Nasser en Khan Yunis fue blanco de un “double-tap strike” que dejó al menos 20 muertos, incluidos cinco periodistas.
Ese ataque no solo cobró vidas civiles, sino que también evidenció una intención deliberada de silenciar a la prensa que documenta la tragedia.
Cuando un hospital es atacado y los reporteros dentro mueren, se está perpetrando un crimen contra la libertad de información y la humanidad misma.
Una lógica genocida sistemática
Este patrón de violencia no es nuevo ni accidental. Desde antes del alto al fuego, Israel ha aplicado políticas que bloquean suministros básicos, restringen ayuda humanitaria y bombardean zonas densamente pobladas.
La Comisión de la ONU ha advertido que la escala de muertes y la destrucción generalizada son compatibles con una intención genocida.
No se trata de una guerra convencional: es un plan estructural de asfixia, desplazamiento y exterminio.
a hipocresía del acuerdo: una paz con dientes
El pacto anunciado recientemente incluye una retirada parcial, liberación de prisioneros y entrada de ayuda humanitaria, pero Israel ha condicionado su aplicación y mantiene control total de fronteras y espacio aéreo.
Esa “paz” no es más que una tregua administrada, diseñada para reposicionar fuerzas y legitimar el control militar israelí.
Mientras tanto, cada hora bajo esa supuesta calma deja nuevas víctimas y más ruinas.
La palabra callada: los muertos no hablan, pero los números sí
Más de 67.000 palestinos han muerto, según las autoridades locales.
A ellos se suman miles de amputados, desplazados, niños huérfanos y hospitales colapsados.
En tal escenario, el silencio de los gobiernos y organismos internacionales es una complicidad activa.
El genocidio no solo se mide en cuerpos, sino en la pasividad de quienes lo observan.
Las acciones israelíes tras el acuerdo de paz confirman que la guerra contra Gaza no busca seguridad, sino supremacía.
Si la comunidad internacional continúa respondiendo con diplomacia tibia, terminará normalizando la barbarie como política exterior.
La dignidad palestina resiste, pero exige visibilidad.
Seamos ese altavoz de esa resistencia, porque callar ante la injusticia es también una forma de violencia.