Con su radiante sonrisa y desbordado por la emoción, el ex toletero de los Medias Rojas de Boston fue exaltado el domingo al Salón de la Fama — en una ceremonia en la que su hija Alexandra cantó el himno de Estados Unidos.
Cubriéndose con parasoles y agitando banderas dominicanas, legiones de fanáticos se congregaron en un campo adyacente al Clark Sports Center. El número 34 de Ortiz parecía estar en cada rincón.
Acudieron para ver al cuarto cuarto pelotero dominicano con una placa colgada en las paredes del museo de las leyendas del béisbol en Cooperstown.
“Gracias siempre por ser la Quisqueya, la bella. Nada comparado a eso”, proclamó Ortiz.
Cuando subió a la tarima para su discurso en una soleada tarde, Ortiz apuntó hacia el cielo, el mismo gesto para sus momentos especiales para rendir tributo a su extinta madre que falleció hace dos décadas en un accidente automovilístico.
“Quiero agradecer a Dios por darme la oportunidad de estar aquí y por haberme dado la alegría de haber transitado este camino, este camino que me permitió estar aquí hoy y que ojalá sea inspiración para que todas pueden creer en sí mismos", dijo Ortiz.
El ensordecedor coro de “¡Papi! ¡Papi!” retumbó.