Dr. Isaías Ramos
En nuestro país, el inicio oficial del proceso electoral, tanto para las candidaturas congresuales como para la presidencial, debería ser un momento de esperanza renovada y de expectativas de cambio. Sin embargo, la realidad que enfrenta la nación es bastante diferente, y quizás más sombría, de lo que idealmente debería ser un ejercicio democrático. Lejos de ser una oportunidad para encaminar a la nación hacia un futuro más prometedor, este ciclo electoral parece estar marcado por la continuidad de una partidocracia que limita seriamente la expresión y el deseo de transformación del pueblo dominicano.
La estructura política actual ha creado un entorno en el cual los poderes establecidos se encuentran secuestrados, obstruyendo la aparición de nuevos liderazgos y propuestas que reflejen las verdaderas aspiraciones de la ciudadanía. Este acto de exclusión no solo es peligroso por su capacidad de perpetuar un sistema insostenible, sino también por negar la posibilidad de un renacimiento político que represente genuinamente la voluntad popular. La sombra de la continuidad, representada por un sistema político adverso a la constitucionalidad, resulta sombría para cualquier sociedad que aspire a vivir en democracia.
La comparación con el período de 1974, cuando la oposición legítima se vio obligada a abstenerse de las elecciones, resuena con una triste familiaridad. La historia parece repetirse, no de forma idéntica, pero sí en espíritu, con un sistema que parece cerrarse sobre sí mismo, rechazando la renovación y el cambio. Este entorno asfixiante plantea un dilema crítico para el futuro de la nación, ya que la partidocracia dominante parece reacia a soltar las riendas del poder, incluso ante las crecientes demandas de reforma y representación genuina.
Frente a este panorama, la necesidad de una participación ciudadana informada y activa nunca ha sido más crítica. A pesar de los obstáculos, es fundamental que los dominicanos busquemos maneras de hacer oír nuestras voces, ya sea a través de medios alternativos, la participación en movimientos sociales o el apoyo a iniciativas que busquen abrir espacios dentro del sistema político para voces frescas y coherentes.
En el Frente Cívico y Social, entendemos que este momento exige una reflexión profunda sobre el estado de la democracia en nuestra patria y el papel que cada ciudadano debe jugar para preservarla y nutrirla. La indiferencia o la resignación solo servirán para perpetuar un sistema que ya ha demostrado sustentarse en el lucro a costa de la miseria y en alimentar la ignorancia del pueblo, y que está cada vez más desconectado de las necesidades y aspiraciones de la población.
La lucha por una democracia verdadera y representativa en el país está llena de obstáculos. Sin embargo, la historia nos enseña que ningún sistema es inmune al cambio cuando existe una voluntad colectiva que lo impulse. La clave para superar la actual crisis democrática reside en la capacidad del pueblo de unirse, movilizarse y demandar un sistema político que sea inclusivo, transparente y, sobre todo, responsable ante los ciudadanos a los que debe servir.
En el FCS, estamos convencidos de que, a pesar de las sombras que hoy parecen oscurecer el proceso electoral, hay espacio para la esperanza. Una esperanza que se basa en la resistencia, la creatividad y la determinación de un pueblo indomable ante la adversidad. Estamos seguros de que juntos lucharemos por un futuro diferente. Es en este espíritu de resistencia y aspiración donde yace la verdadera esencia de la democracia, y es aquí donde debemos encontrar la fuerza para superar los desafíos actuales y, unidos, abrir camino a un nuevo amanecer.
¡Despierta, RD!