Dr. Isaías Ramos
El neoliberalismo, implementado en nuestra sociedad a partir de 1996, ha logrado torcer los cimientos de principios y valores que caracterizaban a nuestra nación. Se ha establecido una sociedad del “tanto tienes, tanto vales”, donde “cualquiera es un señor”, entregada por completo a un mundo egoísta y materialista, inmersa en una telaraña de engaños y maldad.
Vivimos obsesionados por las apariencias, el placer y la lujuria, dejando de lado principios y valores fundamentales. Este estilo de vida nos somete a un espiral descendente que nos aleja de Dios y sin ningún tipo de compromiso con la ley y el orden, llevándonos directamente hacia un abismo oscuro donde no hay esperanza ni luz. Es una realidad aterradora que ya no podemos ignorar.
Nuestro destino está siendo moldeado sin ningún reparo por esa élite global que pretende imponer su agenda 2030 contraria a nuestros principios y valores, y por una partidocracia que rehúsa asumir su compromiso con nuestra Constitución. Nos encontramos al borde del precipicio, con una generación joven sutilmente inducida a revelarse contra Dios y sin un paradigma para discernir el bien del mal.
Como resultado, tenemos casi un millón de jóvenes desempleados e inactivos en nuestras calles. Además, aquellos pocos que logran obtener formación técnica o profesional carecen de oportunidades para desarrollarse en sus áreas, debido a la falta de ofertas laborales adecuadas. Incluso aquellos que consiguen empleo sufren salarios insuficientes para llevar una vida digna.
Las élites han promovido las alianzas público-privadas y los fideicomisos como soluciones aparentemente virtuosas y válidas. Sin embargo, en realidad son mecanismos perversos diseñados para saquear a los pueblos y garantizar grandes ganancias para esos grupos privilegiados a costa de suprimir los derechos económicos y sociales. Estas prácticas comprometen los recursos de las futuras generaciones en beneficio de una concentración de capital.
Según la Universidad de Manchester, las alianzas público-privadas son estructuras que permiten una extracción financiera beneficiosa para grandes capitales, mientras el estado garantiza su protección, perjudicando así el bienestar general del pueblo. El objetivo no es mejorar la eficiencia de los servicios públicos, sino maximizar las ganancias para unos pocos privilegiados. Este sistema entrega nuestra soberanía al capital financiero, un legado nefasto que nuestros jóvenes heredarán, llevándolos a vivir vidas sin presente, sin futuro y sin esperanza: una forma moderna de esclavitud.
En el Frente Cívico y Social creemos que estas circunstancias son razones más que suficientes para despertar nuestra conciencia moral, social, espiritual y patriótica. Esto sería como presenciar el renacer del sol de justicia, donde finalmente en este 2024 reconozcamos nuestras propias fallas e injusticias mientras aprendemos a pensar críticamente, a razonar y a discernir entre el bien y el mal.
En el FCS estamos completamente convencidos de que es crucial, en estos tiempos, despertar nuestra conciencia ante esta realidad moralmente decadente y socialmente injusta. Debemos resistir la influencia destructiva del egoísmo desenfrenado y buscar restaurar principios y valores fundamentales en nuestras vidas y nuestras comunidades. Solo así podremos construir un futuro digno donde se valore el orden, la justicia, la igualdad y el bienestar colectivo.
¡Despierta, RD!